Me he vaciado totalmente de miedos, de expectativas, de esperanzas y de amor.
No le temo a hablar de amor, porque estoy harta de que la gente se cague de miedo por sentir, y no de entregar su cuerpo a cualquiera. Miedo a que te traten bien, porque qué haríamos con tanto, pudiendo seguir refugiando el miedo en excusas, en tiempo ocupado, en líos que alimentan el ego y nos mantiene en esa burbuja de egocentrismo, victimismo y adolescencia ininterrumpida.
No siento nada, no me queda nada, estoy en la nada. Mis ojos reflejan nada, mi boca dice nada, mis manos no se mueven y me he quedado congelada.
Me quedaré aquí el tiempo que haga falta, para volver a sentir llena mi alma. Porque nadie me ha ganado nunca ha esto de empezar de cero, saltar al vacío de nuevo.
No nací para ser las sobras de nada, de nadie. Ni para amar nada a medias.
Me mataron cien veces, y seguí llena de vida.
Me mataste lentamente, volviste a ver si el cadáver respiraba de nuevo, y volviste a arrancarme del pecho lo poco que me quedaba.
No me quejo, yo te dejé hacerlo.
Nunca quisiste nada de lo que llevo dentro.
Nunca me conociste, nunca quisiste.
Nunca me sentiste, nunca quisiste.
Nunca lo mereciste.