Mírame. Soy un hombre complicado de entender. Reconozco que tengo mucho carácter y que el paso del tiempo me ha vuelto un jodido exquisito con casi todo. Sé que los giros que me ha dado la vida quizás no me tengan muy centrado en cosas que los demás pueden considerar importantes pero que, para mí, dejaron de serlo hace ya mucho. Sólo a quien le hayan devuelto una alianza podría quizás entenderme. Sé que la mochila que cargo con el pasado es grande y puede no resultar apetecible para cualquiera… sé todo eso.
Pero… mírame. Si me miras con detenimiento verás que yo soy lo que hay en el fondo de mis oscuros ojos. Detrás de este pelo medio canoso, la apariencia algo cuidada, unas manos cálidas y esta sonrisa inexpugnable hay una enorme presa con muchas lágrimas embalsadas, un acantilado con mucho grito en silencio, un camino con muchos errores acumulados y un desierto con mucha soledad (a veces acompañada). Soy un paisaje complicado para elegir la ropa que debes llevar cuando me visites.
Sin embargo, la orografía es lo menos importante porque todo lo pasado deja más huellas en el alma que en la carne, aunque no me extenderé mucho más sobre esto porque no quiero espantarte y, además, porque siempre habrá quien caiga en la dulce tentación de querer llamarme victimista cuando no lo soy. Simplemente son años acumulados: hay personas que lo entienden y otras que no.
¿Sabes?, soy un desastre para las fechas pero no tengo agenda y, sin embargo, soy capaz de llevarlo casi todo hacia adelante. Por más empeño e interés que puse no he tenido demasiada fortuna eligiendo compañeras de viaje y, sin embargo, no pierdo la lejana esperanza de que sepa dar finalmente con la persona adecuada para envejecer a su lado. Me tengo a mí y me soporto bastante bien, pero soy consciente de mi capacidad para poder hacer feliz a los demás. Molesto lo justo a los íntimos con mis asuntos y, sin embargo, acepto de buen grado ser el confesor particular de todo aquel que sabe valorar la discreción como un regalo poco frecuente en tiempos donde, al parecer, las cosas solo tienen valor si las cuentas. Qué de “sin embargos” hay en este velero a la deriva…
Habrá momentos en los que quizás pueda resultarte cansino porque me gusta mucho hablar, pero eso también me ha facilitado tener muchos y fieles amigos en casi cualquier lugar. Y sí: soy de esos que tienen una amplia lista de prioridades entre las que, por fin, me encuentro yo en algún sitio. Después de mucho tiempo he aprendido a incluirme en esa enumeración que siempre era para otros. Justo por eso hay cosas que ya no acepto, como que se dude de mí.
Entenderme debería ser relativamente fácil si se siguen algunos puntos tan básicos como obvios:
- Si te digo algo será porque quiero decírtelo, si no, me mantendría en silencio.
- Cuando haga algo por ti será porque quiero hacerlo, si no, me quedaría quieto.
- Si te abro el pecho será sincero y fundamentado (para bien y para mal).
- Respetaré tus tiempos pero quiero que entiendas que yo también tengo los míos.
- Necesito que seas madura, paciente, cariñosa, apasionada y compresiva conmigo. Yo también seré generoso con esos dones.
En ese afilado silencio de no conocernos y, a la vez, de no querer incomodarte, te miré y ya no he podido apartar más los ojos de ti. He visto cómo sonreías, cómo te acariciabas el pelo, cómo hablabas moviendo las manos, cómo caminabas hacia el baño, cómo consultabas el móvil… y estaba deseando acercarme a ti. Y aunque -siendo un perfecto extraño- te hable con esta franqueza, prefiero que así sea para que no te puedas llamar a engaño conmigo.
A veces miro alrededor y, con el panorama personal que observo, me planteo para qué, pero créeme: aún tengo ganas de mejorarme como individuo. No sé si tú podrías hacerme crecer, pero al verte, de una forma puramente animal, he deseado despertar a tu lado.
Por eso te invito a mirarme y a que busques en mi interior. Ten valor. Si aceptas el reto seguro que podrás ver cosas buenas ahí adentro. No necesitarás cambiarme. No querré que me ates porque yo tampoco lo haré contigo. No tendré nada que ocultarte. Sólo quiero que me mires y que extraigas de mí lo positivo que sé que tengo. Destiérrame ya de una vez las amarguras. Acaríciame con los ojos. Susúrrame algo hermoso o prohibido, y observa mi reacción. Si te divierte, repite. Y si te apetezco, búscame. Y si te gusto, respeta como soy y deja que me acerque a ti a mi manera, porque te aseguro que conseguiré reconfortarte la vida con sencillez.
Sé que antepongo muchos impedimentos a una sola mirada y que, así, no seré plato de gusto para muchas personas, pero después de haberme equivocado ya unas cuantas veces prefiero acercarme con precaución y sinceridad, porque todos los comienzos son hermosos pero me agotan ya las rupturas que acaban en brechas para el espíritu. Y un hombre también se rompe, aunque algunas mujeres no lo crean.
Ten coraje y mírame a los ojos. Y si después de hacerlo te brota una sonrisa sin saber por qué, no lo pienses mucho más: acércate, bésame en la mejilla y dime al oído “¿quedamos?”…
@DonCorleon eLaws
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