Aquí estamos, como si nada pasase, ni tiempo, ni sitio. Mirándonos a los ojos.
Bajas la mirada, temes.
Yo no puedo, veo una mujer bonita, sencilla, dulce. Veo más cosas.
Tu sonrisa entrecortada, tus nervios, tu mirada esquiva. Lo veo.
Leo lo que escribes cada noche sobre el dolor, la decepción, trozos de tu alma entregados a los carroñeros, gente que creías que te querían, los que te mintieron, los que te usaron. Esos, que más que sentimientos tienen un guión aprendido. Y qué buenos actores son esos hijos de puta.
Veo las verdades que escondidas en besos, y en versos creíste ,y que forman parte de todos esos pañuelos empapados en lágrimas que aún rebosan en la papelera.
Todo eso lo sé.
Insomnios provocados por daños, por miedo, por remordimientos de esos “quizá si hubiese sido más…”, por lo que te hicieron creer, llegando incluso a cuestionar tu cordura. De creer que volver a enamorarte es volver al dolor, que un tropezón más es un trozo de vida menos. También lo sé.
Que no entregar el corazón es proteger lo poco que de ti han dejado, que no dar amor es guarecerte de la amenaza del ridículo, de la indiferencia, del “esto se acabó”. Harta de sufrir y harta de perder el tiempo, porque pesa demasiado el tiempo que se malgasta con quien no se lo merece. Lo veo en ti.
Ya somos dos.
Cojo tu mano, me miras.
Muéstrame esa sonrisa, quiero hacerme ilusiones contigo. ¿Hablamos de cicatrices?, vale, vamos a enseñarlas, aunque, para qué.
Mejor vamos a mover las palabras que nos marcaron para escribir las nuestras, las de ahora, las de tú y yo.
Te reto.
A no soltar mi mano mientras nos miramos y nos hablamos sin pronunciar palabra, a no desperdiciar ni un momento, ni una noche, ni una mañana. A borrar lo que fuimos antes.
A no decir un te quiero cada vez que nos veamos, mejor lo hacemos beso.
A rompernos, sí, pero de abrazarnos sin motivo aparente, solo con el propósito de mordernos.
A dejarnos llevar, donde sea que lleguemos, sin metas, porque el compromiso no se dice, se mantiene en silencio con cada caricia, cada día.
A ser lo que somos, sin disfraces, sin palabras bonitas que quedan muy bien pero que no se mantienen en el tiempo, a llenarnos de miradas tiernas, a descubrirnos todos los días.
Te reto a besarnos ahora. Siempre.
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