Un buen día me robó el corazón y no supe cómo. No quise saberlo porque me sentí nuevamente ligera y pude elevar otra vez mis pies lejos de la tierra.
Cada mañana, él me abría el día con los buenos días y lo cerraba con un buenas noches que invitaba a seguir soñando.
No supe cómo pero me tomó por sorpresa al poner el mundo a mis pies sin que yo se lo pidiera. Bajó mi guardia, derrumbó mis murallas y anestesió a mis soldados de defensa al grado que le fueron fieles a él antes que a mí.
Supongo que de esa forma llega el amor sin previo aviso. Así te desarma mientras rodea con sus brazos tu cintura y te roba un beso. Luego se mete en tu lecho y termina por abandonarte el alma. No es lo mismo sin él porque te ata por última vez al último olor de su pecho cuando se marcha y resucitas cuando regresa solo para que la agonía te lo arrebate de nuevo cuando se vuelve a ausentar.
Todavía hoy en día, sigo atada al último olor de su pecho junto al mío. Murmuro su nombre cuando no sé en qué día vivo o si vivo aún sabiendo que al abrir los ojos encontraré el espacio junto a mi cuerpo completamente vacío.
Todavía le quiero. No le espero pero le quiero porque se metió en los poros de mi cuerpo, en la saliva de mis besos y me hundí en sus ojos como el náufrago que no desea que lo rescaten.
No hay comentarios:
Publicar un comentario