Hola.
Hace tiempo que no te escribo.
No sé.
supongo que es difícil hablar de ti sabiendo que te hiciste el mudo cuando más necesitaba oír tu voz.
No, no vengo a reprocharte nada.
Ni si quiera esto es un intento de apuñalarte desde lejos por todas las veces que no te he tenido cerca.
A veces te recuerdo.
Y sonríes.
Y yo intento reconstruirte.
Ya lo sé, no tienes que decirme que no estás roto.
Sé perfectamente que después del terremoto para mí todo estaba en el lugar erróneo
y para ti sólo lo estaba yo.
Sé que es inútil intentar agarrarme a alguien que ya no existe.
No me mires así.
Ya no eres la persona que recuerdo.
A veces me pregunto que qué pasa con todas esas partes de una persona que mueren mientras está viva.
Dónde se queda todo lo que se va sin decir adiós. Sin aviso.
Sigo sin saber por qué te fuiste,
pero dejé de ponerte interrogantes el mismo día que entendí que yo siempre había sido el tuyo.
Fui una pregunta sin respuesta en vez de ser tu respuesta a todas las preguntas, aunque no tuvieras.
Supongo que me quisiste a tu manera, a tu marea. Yendo y viniendo cuando dolías y no cuando querías.
Dudo de todo lo que dijiste haber sentido, dudo de todo, absolutamente de todo lo que me hizo feliz, porque siempre me ponías en deuda y me dejabas en duda.
No, ya no dueles.
Dejé de tropezar cuando me empezó a esquivar la piedra.
Ahora no vengas tú con preguntas.
Te respondería con mi silencio.
Es la respuesta que menos se quiere escuchar pero la que más duele, porque lo dice todo.
Eso, me lo enseñaste tú.
Si me quieres conocer un poco solo tienes que leer entre líneas...
jueves, 16 de marzo de 2017
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario