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viernes, 10 de junio de 2016

Sólo un océano nos separa.

Sólo un océano de dudas.

Y, a veces, me da igual porque pienso que hay barcos capaces de surcar las aguas sin que importe el temporal, y otras sólo puedo pensar cuándo llegará el momento en el que vamos a naufragar. Hay tanta palabra sumergida entre nosotros, tantas verdades a medias que nos hacen mordernos la lengua, momentos en los que preferiría renunciar a ti con tal de no sentir cómo me arde el pecho cuando no pronuncias mi nombre.

Hay un océano entre los dos y sería capaz de nadarlo con los ojos cerrados si supiera que voy a encontrarte al otro lado, porque ya no me da miedo el vendaval, ni perder las velas, ni que el ancla no vuelva a tocar tierra si mi continente no eres tú.

Si lo peor que puede pasarme es no llegar al destino y acabar con los pulmones llenos de agua salada me da igual.

Prefiero la aventura, ondear la bandera pirata, salir a buscar la X en el mapa, y que seas tú el tesoro, la mejor y la última de las recompensas.

Va a doler igual, con un sí o un no, con beso o sin él, para qué vamos a mirarnos desde la distancia pudiendo disfrutarnos. Voy a mirar el horizonte, perderme entre las olas y cogerte de la mano a la primera oportunidad, y no te pienso soltar, ni abandonar el barco.

Un océano nos separa, y nos va a parecer tan sólo un charco.

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