Pensamos que el reloj se detendría pero la vida siguió sin nosotros.
Te quedaste el tiempo suficiente para volverte inolvidable, y no estarás conmigo ni hoy, ni mañana, ni después.
No nos dijimos que fuimos tontos como para no valorarnos lo suficiente y jugar mientras amábamos hasta ser derrotados como débiles incapaces, sentenciados al adiós.
No me dijiste quédate, y yo no te dije las ganas que tenía de volverlo a intentar.
Ha pasado el instante, hace tanto que no sé de ti...
y un espacio en la cama que aun te pertenece.
No nos dijimos te extraño, preferimos el orgullo, tomar otras manos, perdidos en lo que no fue y añorando lo que pudo haber sido.
He tenido cientos de conversaciones imaginarias, en donde te digo lo que sentenciamos al silencio y donde me dices lo que callaste por miedo a perder. ¿Qué ibas a perder? A veces el ego azota sentimientos y mis sentimientos quedaron marcados por tus ganas de siempre tener la razón.
Ya sé que todo se termina pero no me dijiste que hablabas con ella, tú corrías en otros brazos para tener confort y otra opción para cuando fuese el momento de la culminación.
Te espere mucho y nunca te dije que no había un segundo plato, que solo estabas tú aunque pensaras que todo estaba roto. Te juro que intenté pegarnos y mientras más nos pegaba menos encajábamos, hasta que ya no nos reconocimos y hoy solo queda lo que me falto por decirte. Nunca te lo dije con sinceridad porque no lo sentía, pero ahora sí:
A ti te falto decirme que huirías en otra para olvidar que fallaste y yo nunca me atreví a decirte adiós.... Adiós! Por fin me desprendo y ya no hay nada que decir, porque la distancia sentenciará el pasado y aunque serás inolvidable, no serás de los recuerdos que te hacen querer regresar.
Sonreiré pensándote pero sonreiré más sabiendo que te pude superar, que la vida no me aplastó y que no eres el dueño de mis ganas de vivir. Adiós! Eres mi lección de desprendimiento, así que gracias.
Mientras tú buscas otro clavo, yo aprendo a no clavar..
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