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domingo, 11 de septiembre de 2016

Qué borrachera


Nunca me había sentido tan bien. Era como estar en una nube. Era como eso que siempre soñaste y que nunca supiste como era en la realidad. De esas veces que piensas que va a ser algo normal. Pero acaba siendo algo fascinante. Empecé por lo básico. Un par de botellas de tu perfume. A lo que le siguió un litrillo de miradas. Y lo acompañamos por un paquete de historias.
Cuando empecé a rozar la felicidad, fue cuando decidí mezclar. Mezclar esas botellas y ese litrillo con una buena copa. Una copa normal. Copa de caricias con un poco de sonrisas. Quien dice un poco, dice muchas... Y dejamos el hielo a un lado. Porque se derritió al instante. No fue capaz de aguantar esa temperatura. Se derritió. Al igual que me derretí yo al verte.
Decidí poner de fondo mi canción favorita. Que por cierto, sonaba mejor que nunca. El momento no podía ser mejor. Y entonces fue cuando decidimos pasar al copazo. Sí, esa copa de balón que te ponen en el reservado de la mejor discoteca. Esa copa de balón llena de media botella de besos. Y un poquito de placer. Por qué no. Un día es un día.
Ahora sí que estaba por las nubes. Ahora sí que estaba borracha. De ti. Y de todo lo que tenía que ver contigo. Un copazo detrás de otro. Hasta tal punto que la felicidad rodeaba el ambiente. Al igual que me rodeabas tú con tus brazos. O yo con mis piernas. Ay, bendita borrachera.

Firmaría por todas las resacas del mundo. Si las borracheras fueran de ti.

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