Mírame.
Y no confundas con valentía
las mentiras que me cuento cada noche.
Me maquillo los ojos y las cicatrices
y me pinto los labios de rojo
para dejar marca en el cuello
de los errores que no quiero volver a cometer,
de todos esos carroñeros que merodean mi cadáver.
Que si me da por provocar taquicardias
a golpe de cadera y pestañeo
es sólo para olvidarme de las mías.
Y si piso tan fuerte las aceras
es sólo por hacer más ruido que tu ausencia.
Ya ves, que no es valentía.
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